La pérdida de la visión periférica es un problema para el que la padece. Es lo que se llama «efecto túnel» y reduce lo que alcanzamos a ver a izquierda y derecha, con los compresibles inconvenientes para la vida cotidiana. Lo puede causar un glaucoma, la retinitis pigmentaria e incluso una hipertensión intracraneal idiopática, según detallan aquellos que saben de esto.
¿Y qué hacemos con el «efecto túnel» aplicado a las noticias? De cuando en vez, algún lector de LA CRÓNICA expresa su malestar por que en este diario se recojan, ocasionalmente, sucesos u otras noticias ocurridas fuera del estricto marco geográfico de la provincia de Guadalajara. No es frecuente, pero ocurre.
Antes, en las facultades de Periodismo, era recurrente reflexionar sobre la limitada relevancia que tenían 100 muertos en la India frente a 10 muertos en Londres o un sólo cadáver a la vuelta de la esquina. Nos interesa, creíamos, lo cercano antes que lo lejano. Pues ya, ni eso.
En la madrugada del sábado, un hombre y una mujer de mediana edad han muerto en el incendio desatado dentro de una nave industrial, digamos que okupada. Está situada en la calle Guadalajara de Torrejón de Ardoz, en pleno centro de esa localidad madrileña, pero ni siquiera esa inesperada referencia hará que sean muchos los alcarreños que se horroricen ante tal suceso. Muchos ni siquiera llegarán a interesarse o saber de él, aunque sí que podrán darte hasta el último detalle del traspaso de Casemiro o de los penúltimos motivos para aborrecer de Pedro Sánchez o de Feijóo, simultánea o sucesivamente.
¿Por qué se llega a vivir en una nave industrial?
¿Quiénes eran los fallecidos? ¿Cuál es su historia? ¿Quiénes más andaban por ahí? ¿Desde cuándo?
La Policía, dicen, se ha encargado de la investigación sobre las causas del incendio. Es probable que no haya nadie, periodista o no, que dedique su tiempo a investigar las razones para que esas dos personas hayan muerto allí, ahora, tan cerca. La realidad ya es sólo una nota de prensa.
Ha ocurrido a 37 kilómetros, a 27 minutos en coche, a hora y media en transporte público y a todo un mundo de ti y de tus cosas. Sin justificación alguna y sin que te arrebaten las ganas de pedir que al menos alguien asuma algún porqué. No ha sido «aquí».
En 2022, para que la India te interese quizá andemos ya por el millar de muertos necesarios, recogidos en televisión y siempre que sus imágenes no sean desagradables y te interrumpan la comida, obligándote a apartar la mirada entre mohines de asco.
Otra paradoja, una más, del planeta más interconectado que ha conocido la Humanidad, donde nunca fue tan fácil desconocernos.