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22 noviembre 2024
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AUGUSTO GONZÁLEZ / La buena noticia que necesitamos

Resulta incontestable que el número de hospitalizados desciende. No ocurre lo mismo con las cifras de fallecidos, pero eso también terminará pasando.

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Estamos hartos de malas noticias. Hasta el gorro anda ya el personal de sufrir, padecer y compartir angustias entre cuatro claustrofóbicas paredes. Algunos han encontrado un fugaz paraíso viendo lo que hacen sobre una playa de Honduras unos actores aficionados, que andan medio en porretas ante las cámaras mientras simulan que nadie les graba. Así de fácil nos engañan cuando queremos engañarnos para pasar el rato. Pero con el coronavirus no nos vale la misma complacencia, porque nos jugamos la vida nuestra y el futuro del resto.

Dice Angela Merkel que aún estamos en el principio de la pandemia. Habrá que hacerla caso, ya que es la que más manda en Europa. Y si la hacemos caso estaremos contradiciendo a nuestros gobernantes, empeñados en hacernos ver la luz al final de un túnel… que todavía no se ha terminado ni de horadar.

Pero la permanencia constante en la desesperación no hay cristiano que la aguante.

Somos humanos y necesitamos de algún motivo que nos anime a dejar de dar vueltas en la cama cada mañana, algo que nos arroje fuera de las sábanas para algo más que orinar y volvernos al catre. Por eso, este que les escribe, se ha aferrado este jueves a una tendencia, que se refleja en el siguiente gráfico:

Como observará el lector, resulta incontestable que el número de hospitalizados desciende. No ocurre lo mismo con las cifras de fallecidos, pero eso también terminará pasando. Y llegará el día en que no haya muertos por coronavirus en Guadalajara, un hito que ya hemos rozado en tres ocasiones desde que empezó esta horrible pesadilla.

Después de que consigamos mantener la vida, nos esforzaremos en mantener sana la esperanza: habrá que abrir los bares y llenar las calles, aunque sea a la distancia reglamentaria. También será el momento de pedir cuentas a los que, por impericia o negligencia, llevan sobre sus conciencias tantas muertes. 

Para justo después podremos volver a nuestra tarea más acuciante, que es la que siempre dejamos sin cumplir: conseguir que los españoles encontremos al menos un gran motivo para sentirnos orgullosos de serlo. No debiera ser tan difícil cuando hasta los melancólicos portugueses llevan años ya encantados de haberse conocido, con un orgullo patriótico y una confianza colectiva que aquí desconocemos.

Estar orgullosos de vivir aquí y no temerosos de morir en esta tierra. Esa es la buena noticia que necesitamos. Y que usted y yo, algún día, lo veamos. 

Augusto González Pradillo
es director de LA CRÓNICA