La Universidad es una institución que tiene que buscar la verdad a través de la investigación. Tiene que tratar de enseñar a investigar y generar ciudadanos libres con una visión crítica y holística. El modelo de institución universitaria que tenemos por lo general es muy parecido al de una empresa y en muchas ocasiones dejan de lado ser una institución que sea un paradigma del interés social que busque el aumento del conocimiento. Estas fueron, entre otras, algunas reflexiones a las que la semana pasada llegamos un grupo de profesores tomando un café en la sala de profesores en relación con la controversia generada por Pedro Sánchez por el asunto de las universidades.
Una gran mayoría de alumnos nos suelen preguntar sobre qué tiene más ventajas, si estudiar Formación Profesional o Universidad. A la FP tradicionalmente le han rodeado muchos prejuicios y la idea de que los estudiantes con buenas notas deben seguir sus estudios en la universidad, mientras que la Formación Profesional estaba dirigida a los alumnos con notas más bajas. La realidad es que el número de matriculados en Formación Profesional va creciendo debido a su amplia oferta y su alto y rápido nivel de empleabilidad de estos ciclos formativos que en pocos años te abre muchas puertas del mercado laboral. Poco a poco se van rompiendo los prejuicios de considerar más prestigiosos los estudios universitarios y aunque sigue muy disparada la población española con estudios superiores que accede a la universidad esto no se traduce en que haya más conocimiento, sabiduría y empleabilidad. El mayor problema que tiene España es que a pesar de tener más estudios hay un bajo nivel competencial.
Los políticos han metido las garras en la Universidad y la utilizan para sus fines. Están siendo muy irresponsables y juegan a diario con su prestigio y con su finalidad. Además la usan como arma arrojadiza y como cortina de humo como hemos podido comprobar la semana pasada. En vez de preocuparse de poner remedio a sus grandes problemas como el déficit de la financiación y una nueva legislación para entre otras cosas mejorar el profesorado y la excelencia docente y de infraestructuras, garantizar la calidad académica, la formación del profesorado y la investigación se dedican a usarla como herramienta de confrontación política y de ideologización, como es el caso del nuevo pulso político que Pedro Sánchez ha echado a las comunidades autónomas al anunciar un cambio radical en la normativa que regula la creación de universidades en España para imponer criterios más exigentes para autorizar la apertura de nuevos centros, tanto públicos como privados; sin embargo, la medida afectará, en la práctica, solo a iniciativas privadas y sobre todo madrileñas.
Sánchez está obsesionado con poner freno al crecimiento del sector privado sobre todo donde gobierna el Partido Popular y llega a etiquetarlos de “chiringuitos”. Nadie como él y muchos miembros de su gobierno conocen a fondo este asunto pues obtuvieron sus títulos universitarios en este tipo de centros privados. Él que trasladó su tesis de una universidad pública a una privada para que fuera evaluada por un tribunal muy afín para que sacara adelante con carácter de urgencia una tesis copiada, que ni siquiera se había leído y que fue redactada, además, por otra persona. Nadie como él y su mujer con experiencia propia vivida para opinar sobre ello. Pero aquí todo sigue igual, sin dimisiones, sin caras coloradas y sin pagos políticos. ¡Hasta dónde llega el cuajo de nuestros políticos!
Ellos, los políticos, nos tratan como niños, tal vez aprovechándose de nuestra inmadurez como sociedad y de nuestro “dejar hacer”. Esa es la razón del resurgimiento de políticas primarias y simplistas como las que vivimos en estos tiempos en las que hay mucha agresividad, mucho ruido y sobre todo mucho liderazgo basado en la soberbia, el matonismo y la toma de decisiones unilaterales del faraón del partido o del macho o hembra alfa de la manada dejando de lado el consenso, la negociación y la puesta en común por un caudillaje, una agresividad y una imposición de las ideas al estilo más totalitario de épocas pasadas. La política de convencer con la palabra, del discurso, de la reflexión, de la negociación, de lo institucional y del conocimiento ha dado paso a la política de las represalias, de la confrontación, del tuit fácil mediático y destructivo, de la impulsividad, del gamberrismo y de la inmediatez más propia de políticos inmaduros que de líderes serios y constructivos. Esa es la tendencia de nuestros líderes políticos y el trato que nos dan.
Por tanto es importante, ante los ataques que está sufriendo la Universidad, reivindicar la importancia del saber y del conocimiento. Es indispensable luchar por la libertad en la Educación y evitar cualquier situación que intente romper con ella. Debemos impulsar una Universidad emprendedora, en la que empresa, Universidad, tecnología e investigación vayan de la mano. Cualquier Universidad moderna debería estar libre de amenazas y presiones. La Universidad y cualquier centro educativo son comunidades pluralistas, son lugares de debate continuo. Deben de resistir a esta coerción y represiones. Urge transformar la Universidad y elaborar un plan de estrategia y compromiso para la mejora en su gobierno, de su gestión económica, en los criterios de acceso de su profesorado, en los becarios, en las cátedras, en la elección del Decano, del Rector, en sus sindicatos estudiantiles.
Antonio de Miguel Antón
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