No todo es tensión en la vida de Carlo Ancelotti, que ya no oculta que está cansado de que le cuestionen en lo deportivo aun siendo su equipo el líder de la Liga española.
El técnico italiano del Real Madrid está casado, como en su día explicó ampliamente LA CRÓNICA, con una oriunda de Sigüenza y su padre, Antonio Barrena, no sólo es todo un personaje para los seguntinos sino que, a sus ya 101 años, es un ejemplo de vitalidad centenaria.
Así las cosas, el entrenador merengue ejercía el pasado domingo de yerno amable y cariñoso, agasajando en su cumpleaños al radiante padre de Mariann Barrena, su compañera, a la que conoció muy lejos de Sigüenza pero con la que se le ha llegado a ver por la Ciudad del Doncel en alguna ocasión.
De estos paseos a la sombra de las venerables piedras, románicas o barrocas, de la ciudad de origen de los Barrena, ha discurrido ya más de una década. Algunos quedaron reflejados en este diario y sirven para confirmar que el tiempo pasa para todos.
En el Sábado Santo de 2014 fueron muchos los que sufrieron un ataque de incredulidad al ver al transalpino caminando entre adoquines, tan lejos del césped del Bernabéu. Los de la sorpresa no debían ser habituales de este digital, pues la vinculación de Ancelotti con Sigüenza era bien conocida por los lectores de LA CRÓNICA desde que este diario se las detallara en las semanas previas a su primera incorporación al club merengue.
Sigüenza y Ancelotti tienen en común, ya queda dicho, a Mariann Barrena McClay, la esposa del entrenador del Real Madrid, sucesor de ZZ. Aunque no llegó a nacer en España, todas sus raíces familiares están aquí, como seguntina por parte de padre y santanderina por su madre.
Historia pura la de Antonio Barrena
Antonio Barrena, el padre, no se perdió en la primera etapa madridista de Ancelotti el acto de presentación de su famoso yerno y allí que estuvo, a sus por entonces 90 años y en un discreto segundo plano.
Más conocido siempre fue por Sigüenza su hermano Pepe, tío de Mariann, que no solía faltar un solo verano a los rituales sociales propios de la Alameda. Donde hoy se aloja el Museo Diocesano, a escasos metros de la Catedral y de la Plaza Mayor, estuvo la sede social de la Banca Barrena, negocio familiar antes de que sus miembros paulatinamente fueran buscando otros rumbos.
Sigüenza, la ciudad de la veintena larga de pedanías dispersas por una amplia comarca y que aún suspira por volver a tener al menos 5.001 vecinos empadronados, da para mucha historia en sus calles.
Incluso para las historias más insospechadas.