El lunes salimos a las calles para mostrar nuestra condena al asesinato homofóbico de Samuel Luiz, de 24 años, en A Coruña. Aproximadamente unas 200 personas llenaron el paseo de las Cruces, frente a la subdelegación del Gobierno.
La concentración fue convocada por las dos asociaciones LGTBI de Guadalajara, WADO (de alcance regional) y EACEC (de alcance provincial). Ambas asociaciones leyeron un manifiesto conjunto, tras el cual se guardó un emotivo minuto de silencio, y después se dejó el micrófono a disposición de quien quisiera hablar. En ese momento un chaval muy joven se animó a coger el micro y decir unas palabras. Contó que hasta el último momento no se había decidido a asistir a la concentración, porque tenía miedo. Miedo a que te identifiquen por estar en una concentración LGTBI, o por si aparece algún grupo contramanifestándose, o qué se yo. Y un nudo en el estómago por tener que asistir a una manifestación porque han asesinado a alguien como tú, a un chaval de 24 años al que han apalizado hasta la muerte por ser como tú.
Este chico que cogió el micrófono dijo que había sentido miedo, pero que finalmente se había acercado a la concentración, y al ver tanta gente, se sintió mejor y decidió quedarse, incluso armarse de valor para hablar ante todas aquellas personas. Porque frente al miedo y la inseguridad, no hay como sentirse arropado. Porque juntas, juntos, juntes, somos más fuertes.
Y respetamos el dolor, la rabia, la frustración del padre de Samuel, pero igual que no podemos decidir sobre su dolor, él no puede decidir sobre el nuestro, sobre el dolor y el miedo que sienten ahora tantos chavales que se han identificado con su hijo, tantos chicos y chicas que sienten que podría haberles pasado a ellos y ellas, solo por ser LGTBI y cruzarse con las personas equivocadas. Creo sinceramente que, dentro del dolor, la familia de Samuel podría sentirse aliviada al pensar que el crimen atroz cometido contra su hijo ha provocado la unión de tanta gente, y que otros jóvenes como su hijo se han sentido valientes y arropados para hacerse visibles y dejar el miedo a un lado.
Los que ya no somos tan jóvenes, no queremos que quienes vienen detrás sufran agresiones, insultos o acoso por ser quienes son. Lo hemos vivido y no lo queremos. Pero sigue ocurriendo, y en los últimos meses el goteo ha sido constante. El asesinato de Samuel ha sido la gota que ha colmado el vaso que llevaba tiempo llenándose. Las protestas y concentraciones de estos días han sido por Samuel, pero no solo por Samuel.
Las personas LGTBI estamos hartas de que nos insulten, de que nos peguen palizas o de que nos maten porque nos vean como inferiores. Si hubieran visto a Samuel como un igual, no habría pasado lo que pasó, pero lo vieron como alguien inferior sobre el que descargar su rabia y su odio, lo vieron como “un maricón”. Por eso lo mataron. Las personas LGTBI lo sabemos bien, porque nos hemos sentido así muchas veces, hemos notado cómo otros nos consideran inferiores y cómo se sienten por ello legitimados para agredirnos. Hemos sentido sus miradas, y hemos escuchado esa palabra: “maricón”, de la boca de personas que nos lo llaman porque nos identifican como maricones, y eso que ven en nosotros despierta su desprecio y su homofobia.
Pero esto tiene que cambiar. La sociedad tiene que proteger a aquellas personas vulnerables: a los LGTBI, a las mujeres, a las personas racializadas… No nos sentimos víctimas, pero tampoco nos sentimos tratadas en igualdad. Vivir en sociedad es vivir con otros, compartir espacios, convivir. Quien quiera discriminar a otras personas por su color de piel, por su orientación, por su identidad de género,… estaría mejor en una isla desierta, porque no comprende lo que es vivir en sociedad. Y si no lo comprende, la respuesta es educación. Debemos educar en diversidad desde la infancia, para que nadie se sienta legitimado a hacer daño a otras personas por ser diferentes. No educar en diversidad es lo contrario a vivir en sociedad, lo contrario a convivir, lo contrario a la democracia.
Guadalajara lo dijo bien claro el pasado lunes, como se gritó en tantas ciudades españolas: JUSTICIA PARA SAMUEL. Comprendamos ahora que Samuel podría haber sido cualquiera, y que si no actuamos, habrá más como Samuel. Comprometámonos, no ya con Samuel, no ya con el colectivo LGTBI, sino con nosotros mismos, como sociedad. No se trata de política, se trata de empatía y de derechos humanos.
Todos queremos dejar un mundo mejor a nuestros hijos, sobrinos, nietos… ¿verdad? Ahora piensa que Samuel era tu hijo, tu sobrino o tu nieto, tu hermano o tu amigo. Piensa si en tu entorno hay alguien como Samuel.
¿Es este el mundo que querrías dejarle?
ALBERTO MARTÍNEZ / Justicia para Samuel
Guadalajara lo dijo bien claro el pasado lunes, como se gritó en tantas ciudades españolas: JUSTICIA PARA SAMUEL. Comprendamos ahora que Samuel podría haber sido cualquiera, y que si no actuamos, habrá más como Samuel.
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