Hablar de Sigüenza para un sacerdote de esta Diócesis, como es mi caso, donde como tantos otros, allí hemos vivido nuestros años de Seminario y sobre todo, hemos sido ordenados, es como hablar de tu segunda ciudad. En un lugar nacimos a la vida y a la fe, en nuestra parroquia y ciudad de origen, y en otra nacimos a la nueva vida sacerdotal, en la Catedral de Sigüenza, de ahí que Sigüenza, ocupe un lugar muy especial en el corazón. Y siempre que allí volvemos, volvemos a nuestra casa, a nuestra ciudad.
De ahí que nuestra Sigüenza sea siempre una ciudad de encuentro, de relaciones, de unión. Durante toda mi estancia en ella he podido mantener relaciones con mucha gente, con seguntinos y no seguntinos, con los que vivimos algún tiempo y con los que vienen algún día, y en verdad he experimentado que es una ciudad abierta, donde a través de sus gentes, de su patrimonio, de su amplia oferta religiosa, cultural, musical, gastronómica hay muchas oportunidades de encuentro, de relación, de compartir vida y sentimientos.
Pero Sigüenza es también el lugar ideal para el silencio, para el encuentro con uno mismo y desde ahí con Dios. Recuerdo con especial gratitud ciertos paseos solitarios por las travesañas, por alguna de sus sugerentes calles, o por su pinar. Tiempo para pensar mientras te encuentras con un rincón de sus calles tantas veces visto, pero siempre nuevo. Rincones y espacios naturales que te animan a vivir la historia y desde ahí trascender, ir más allá…, dar gracias por el pasado para vivir el presente con más pasión y abrirse a un futuro con más esperanza.
Entre los amplios muros de casas y monumentos, la ciudad seguntina guarda tantos documentos, tanta historia, tanta cultura… Allí se alberga el archivo catedralicio y el archivo histórico diocesano, entre otros archivos, sin lugar a duda uno de los más ricos y completos de la provincia. Y también en Sigüenza se encuentra quizá una de las mejores bibliotecas de contenido filosófico, teológico, histórico, literario. Me refiero a la gran biblioteca del Seminario Mayor que continua viva y ampliándose. Todo ello da lugar también al silencio, el silencio de la lectura, del estudio, de la reflexión. Tantas horas por tantas personas sobre esos documentos y libros… Y desde ahí la preparación para el encuentro, un encuentro con la cultura que nos lleva a ser más y mejores personas. Así nuestra Sigüenza entre muros es ante todo silencio, es paz, es estudio, reflexión, encuentro sincero con uno mismo y desde ahí encuentro con los demás y con Dios.
Me alegré muchísimo cuando conocí el proyecto de proponer a Sigüenza como ciudad patrimonio de la humanidad, y desde el cariño que le tengo, y sobre todo, desde la riqueza que en sí misma contiene para ese encuentro en el sentido más amplio y profundo de la palabra, deseo que este proyecto llegue pronto a buen término. Seguro que sí. Todos remaremos con ilusión en la misma dirección.