A última hora de la mañana de este miércoles de noviembre, el día se ennegrecía y comenzaba a lloviznar.
Parecía un escenario a juego de lo que se vivía en el interior de «Bonhomia», el conocido bar de la Calle Mayor de Guadalajara, en sus últimos momentos antes de echar el cierre bajo la dirección de Irene, la joven empresaria que ha mantenido durante los últimos 6 años este proyecto que irradiaba cariño y originalidad a partes iguales.
El viernes 14 es el día para la firma del traspaso y el inicio de una nueva etapa, con otro personal y distintas ilusiones.
En la etapa que ahora termina, «Bonhomia» ha aparecido más de una vez en las páginas digitales de LA CRÓNICA y, sobre todo, ha sido lugar de peregrinaje para muchos clientes, ocasionales o habituales.
Llevamos a gala los españoles el hecho de vincularnos con tanta naturalidad a los bares, esos lugares, que forman parte de nuestra geografía personal, sentimental y vital.
Si de «Bonhomia» lo peor que pudo decirse nunca es que le faltaba la tilde sobre la «i», de Irene y de quienes han colaborado con ella en este lustro más que cumplido sólo cabe el elogio y el aprecio.
Guadalajara son sus gentes, en la calle y en los bares, a un lado y otro de la barra. Somos así. Somos ahí.
Y cuando algo cambia en ese paisaje del que formamos parte no nos resta más que reseñarlo y desear que lo que esté por llegar nos permita recordar el tiempo de hoy con una sonrisa que suavice la añoranza.
Aunque llueva, esté gris la mañana y haya un cierre a punto de caer.