La gran novedad en las elecciones del mes de mayo en Guadalajara será algo que nunca fue novedad, porque no hubo caso. Desde los inicios de la Democracia del 78 en España, si algo fue de precepto en cualquier comicio relevante es que por allí se presentara Luis de Grandes Pascual y que, además, resultara más votado que el resto o que casi todos.
En 2019, el año en el que todo podría cambiar pero en el que todo quizá habrá de quedar igual, Luis de Grandes marca la diferencia, por incomparecencia.
Después de cuatro décadas en los entresijos del Poder. Tras 42 años de padre de la Patria devenido en abuelo de 74 años, aunque con más movilidad mental y funcional que algunos en la cuarentena, ya no se presenta. Dicho en más claro: que de esta no será candidato para seguir como europarlamentario.
Se barrunta por los pasillos de Génova, 13 que el siguiente alcarreño en pisar por unos cuantos años las moquetas de Bruselas y Estrasburgo será Rafael Hernando Fraile. En puridad, no hay relevo porque nadie puede dar lo que no es de su propiedad, pero las vidas de ambos vuelven a coincidir aunque sea en el tiempo y no tanto en el espacio. Han pasado muchos años desde que aquel espigado alumno de los Maristas, "el chico de don Álvaro", se iniciara en la política, dicen que de la mano de Luis de Grandes, el mismo que ahora se va cuando el otro parece que entra.
Al hilo de la anécdota de la noticia, muchos serán los que por la Alcarria, por la Serranía, por la Campiña y entre los pocos que aún pisan el Señorío se dediquen a resumirlo todo en variados improperios hacia el político guadalajareño que siempre trascendió Guadalajara. Tanto la trascendió que a ojos de muchos se diría que levitaba cuando pisaba esta tierra, que es la suya. Entre el reproche fundado y la envidia del ruín la frontera siempre es difusa.
Es el caso que cuando Luis de Grandes nacía en Guadalajara un 27 de enero de 1945, la Europa que tan bien conoce ahora se debatía en los últimos estertores de la Segunda Guerra Mundial, con Hitler incapaz de asumirse derrotado a pesar del último batacazo en las Ardenas, con su tío el general Muñoz Grandes de vuelta de los hielos de Rusia a una España que no es la que ahora vivimos. Convengamos que, por suerte para todos, en algo parece que hemos evolucionado como sociedad.
De entre los miles de guadalajareños que en todo este tiempo se han dedicado a la política, quizá sea De Grandes el que más se ajusta al perfil de "político profesional", tan denostado como necesario cuando se ejerce con buen criterio. De UCD al Partido Demócrata Popular, de éste al Partido Popular, siempre habitual en su Junta Directiva; diputado regional en la parte final de su purgatorio democristiano y diputado en Cortes hasta ser por dos veces portavoz de su grupo en el Congreso, en tiempos aznarianamente convulsos. Y desde 2004, oteando Europa.
Y es por eso, por los 15 años de avión frecuente y de ausencia casi constante, que a muchos de los que ahora leen estas líneas ni les sonará el nombre con sus apellidos, ni la persona, ni el personaje. Pero es parte de lo que España ha sido y también de lo que pudo ser, a un lado y otro de los Pirineos.
A partir de ahora su caza tendrá que ser otra, perdiz o conejo, entre los tomillos, mientras el ecologismo militante y los jueces desnortados no se lo impidan como ya han hecho en la Castilla de un poco más arriba.
Quizá ahora es cuando Luis de Grandes empiece a sentir algo que intuyo nunca se consintió este superviviente pertinaz: la añoranza. Otros, me temo, no le echarán de menos. Esencialmente entre los suyos. Tampoco creo que eso le sorprenda, cuando llegue a comprobarlo.
Y a este que les escribe, llegado este momento, lo que le incomoda de verdad no es todo lo anterior, minucias locales, sino el futuro de un proyecto europeo del que muchos descreen y que el que ahora se marcha conoció desde la primera fila del patio de butacas.
Jamás se supo de ningún náufrago que sobreviviera después de rechazar el salvavidas que tenía a mano, pero así andamos, por más que muchos no lo vean. Europa nos riega aún con su dinero mientras aquí estamos a lo que estamos. Ciegos de regate corto, hasta caernos al suelo, hartos de golpearnos unos a otros. Esto no lo arregla la política si no asumimos antes que debemos arreglarlo nosotros. Más que nada, por lo que nos va en ello. Por eso mismo, seguirá pendiente. Incluso con Macron mediante y militante.
Ni a Guadalajara la salvó Luis de Grandes ni a España la redimió Europa de sus sinsentidos. A ver si es que al final no vamos a tener alivio a nuestra condena hasta que dejemos de quejarnos en masa y, uno por uno, arreglemos lo nuestro antes de pensar que la culpa es del otro o de muchos otros.
Por variar, podríamos intentarlo.