Fue una referencia, durante décadas, para los vecinos de Guadalajara que conocían y reconocían al pintor Carlos Santiesteban. Él vivía allí, dentro de esos muros, en habitaciones de una estética barroca, detrás de una fachada llena de flores.
En sus últimos años, que la biología prolongó, fue recibiendo un estipendio acordado con el Ayuntamiento, en acuerdo firmado con José María Bris, por el usufructo ya cambio de propiedad, para convertir tras su fallecimiento el inmueble en casa-museo. Más recientemente, al amparo de los fondos europeos y de nuevos criterios municipales, se priorizó lo de convertirlo en la Casa del Cuento. Durante mucho tiempo había sido ya la casa de las pesadillas…
El Ayuntamiento no supo en su día abordar el mantenimiento de la casa sin su inquilino. Hasta okupas la ocuparon. Para evitar esos y otros deterioros, se tapiaron las ventanas y la fachada pasó a ser un farallón de tierra adentro.
En estos días, ha entrado la excavadora y el aire, demoliendo buena parte de la estructura, ante la mirada atenta de los obreros contratados para los primeros trabajos.
El proyecto, asumido en sus grandes líneas por el concejal de Cultura (de Vox) y la alcaldesa (del PP) continúa los propósitos del anterior alcalde (del PSOE). Todo en orden.
Todo, menos el recuerdo tangible de lo que fue esa casa, que ya ha desaparecido.
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