Habrá que anotar la fecha, 27 de junio de 2023, para la pequeña historia de Guadalajara. Seis meses ha tardado en reabrirse al tráfico la céntrica calle de Miguel Fluiters, que algunos peatones habían hecho ya suya en las últimas semanas y que ahora tienen que compartir, de nuevo, con los vehículos.
Para su puesta en servicio no se ha tenido en cuenta el deficiente estado que presenta el intento de arreglo hecho a la altura de Santa Clara. En ese cruce, donde hubo que levantar el material aplicado, la reposición realizada no guarda relación con el resto, con parte amenazando desde que se le dio esa segunda oportunidad con terminar de levantarse de nuevo.
Lo constatable es que este martes, los coches se han adueñado de la calle, aunque sólo del modo en que ahora permite el Ayuntamiento, para atravesarla esencialmente. Se nota la falta de los aparcamientos que antes había, plazas que ahora ocupan árboles y una acera más ancha. Además, claro, de la presencia del verde del «campo de minigolf» como la chufla popular ha bautizado al experimento, que además ha convertido una calle que todos creían recta en una vía serpenteante en toda su longitud.
Como nunca hay felicidad completa, desde el Ayuntamiento tienen ahora que ocuparse de reparar la pilona que abre y cierra el acceso a la Plaza Mayor, de nuevo rota, estado que parece consustancial a ese artilugio desde que se instaló, hace años.
