La prueba de que los tiempos cambian no está sólo en el calendario, sino también en las costumbres. Eso alcanza a los ladrones y, dentro de ellos, también a los menos sofisticados.
Hace décadas, fue una plaga urbana y de dimensiones bíblicas el continuado robo de radiocassettes, los conocidos como «loros» en el argot de la delincuencia más cutre. Ahora, como todo evoluciona, el objeto de deseo de los amigos de lo ajeno ha pasado a estar debajo de los vehículos, bien a su alcance: los catalizadores.
El sistema para hacerse con esos artilugios, más valiosos de lo que aparentan, varía con la capacidad o profesionalidad de los ladrones. Unos, utilizan herramienta específica; otros, simplemente sierran el tubo de escape e incluso los hay que optan por arrancarlos de un tirón, atando una cadena a otro coche.
Las víctimas prioritarias son los vehículos industriales, ya que sus catalizadores son más grandes y es, por tanto, mayor el peso de los metales preciosos que contienen. Pero tampoco desdeñan los turismos. Cuando se pagan más de 1.000 euros por 30 gramos de platino (alrededor de 2 gramos por catalizador), la cosa no es ninguna broma…
Desde Madrid hasta donde sea
El ejemplo más reciente llega desde Toledo, donde la Policía Nacional ha detenido a cuatro hombres (de 19, 22, 25 y 33 años de edad), sorprendidos cuando robaban el catalizador de un vehículo, que estaba estacionado en la vía pública.
La investigación policial ha revelado que formaban parte de un grupo criminal itinerante, especializado en este tipo de delitos, que dispondría además de la infraestructura necesaria para sacar los catalizadores robados del país y así extraer los metales preciosos que contienen sin ser detectados por las autoridades policiales españolas.
Todos los detenidos procedían de la Comunidad de Madrid. El día de los hechos se habían desplazado hasta Toledo con la intención de cometer varios de estos robos. Suelen trabajar a destajo, por lo anteriormente explicado.
Catalizadores: un tesoro bajo el coche
El catalizador es un dispositivo que consigue inducir cambios químicos en los gases de escape de los automóviles, antes de que estos lleguen al exterior. Es, en esencia, un modo de atenuar la contaminación que los coches podrían llegar a transmitir a la atmósfera de no utilizarse ese elemento incorporado al tubo de escape.
El catalizador integra un panel de cerámica, con un recubrimiento de metales preciosos (paladio, rodio y platino) que, al entrar en contacto con los gases nocivos, los transforma en inertes, menos contaminantes.
Se estima que la vida útil del catalizador es de unos 10 años, pero los metales siguen allí y pueden ser reciclados en centros especializados. Es un proceso complejo el que se necesita para recuperar el platino, el paladio y el rodio, siempre en empresas específicamente autorizadas para ello. La banda ahora desmantelada recurría a otros países para conseguirlo.