La mejor manera de empezar con el recuerdo de la corrida de toros de este jueves en Guadalajara es hacerlo, precisamente, por el final.
Cuando la noche empezaba a caer sobre la ciudad en Ferias, cientos de personas de apretujaban ante la puerta grande «Iván Fandiño» para ver salir a hombros a Diego Ventura y a José María Manzanares. Satisfacción en los rostros de los llevados en volandas y alegría en los que grababan el momento, con sus móviles.
Era importante comprobar qué rumbo puede llevar el breve ciclo, de cuatro corridas, planteado por Matilla en este 2022 de su regreso a Guadalajara. La expectación era grande, como ya destacó LA CRÓNICA en los días previos, y se vio corroborada por unos tendidos casi llenos, con nutrida presencia de peñistas y, sobre todo, de un público con ganas de disfrutar de un buen espectáculo previo paso por taquilla.
Diego Ventura apabulló al segundo intento
Metidos en harina y en arena, la diversión la facilitó Diego Ventura en el que hacía cuarto. Con el que abrió plaza pareció vérsele confiado en echar algo al esportón con una lidia al trantán. El respetable no se terminó de implicar, más aún tras el fallo con el rejón de muerte. Luego, una hora más tarde, llegarían las manos a la cabeza de muchos y los gestos de admiración de casi todos, en justa respuesta al torrente desatado por el jinete y, sobre todo, por alguna de sus monturas.
En ese cuarto toro, llego el toreo con el caballo llamado «Sueño», encelando con primor a su oponente como si los lomos fueran una muleta llevada a cuatro patas, más allá de las riendas. La faena fue in crescendo, con el epicentro de todo en el momento de quitarle la cabezada y, a partir de ahí, realizar una auténtica exhibición de doma ante los desmochados pitones del toro, todo ello entre vertiginosos giros. Los últimos guiños hacia el tendido de sol terminaron por garantizar el éxito final, bien merecido.
Manzanares, en Manzanares
Si ponemos los pies en la tierra, habrá que reconocerle al alicantino José María Manzanares que desplegase en Guadalajara la parte más brillante de su actual catálogo, un tanto decaído sobre lo que llegó a ser.
Fernando Toquero, el presidente, estaba obligado a marcar el rumbo también desde el palco en esta primera corrida y aguantó lo que pudo para que no cayera la primera oreja en el tercero de la tarde, que al final, muy al final, concedió.
En el que cerraba plaza salieron los dos pañuelos, el del público y el que sólo al usía corresponde, por una faena que quizá no mereciera tanto. José María Manzanares había conseguido, eso sí, que los miles de pares de ojos que le seguían no pestañearan apenas durante las series, ligadas y desajustadas por igual. El ritmo y la estética, que nadie puede negarle al diestro, bastaron para que se viera incluso más de lo que había a ras de arena, ante un jandilla muy manejable, algo menos descastado que sus hermanos.
Morante, entre puros y veras
Vino Morante a Guadalajara con un capote de vuelta amarilla y no el tan frecuente de verde Vox. Para coronar su figura, la habitual montera tamaño king size, que habría llevado sin desdoro hace un siglo el alcarreño Saleri II. En el callejón, encendido ritual de un veguero de tamaño descomunal y hechuras imperiales, de esos que enrollan las cubanas en sus muslos caribes. O sea, que sí: la mayor reserva de arte y tauromaquia del escalafón estaba en Guadalajara. Luego, la cosa quedó en menos… y no porque él no quisiera.
Con su primero, don José Antonio poco pudo hacer más allá de suspirar y porfiar ante el jandilla. La oreja llegaría en el quinto, con una faena iniciada en la muleta con ayudados por alto de rodillas, de esos que cabe añadir al catón taurómaco de cualquier aficionado, para paladearlo en casa, durante el largo invierno. Antes, un quite por indefinibles delantales de seda, evitaba dejar en blanco el balance capotero del sevillano en la tarde.
Los morantistas, que son legión incluso por estas tierras adustas de Castilla, disfrutaron de algún natural y de los previsibles molinetes, que son la plaga de esta temporada en las manos de las cuatro quintas partes del escalafón. Los de Morante, eso sí, son otra cosa. Como todo lo que él hace.
Dicho todo lo cual, volvemos al principio, que era el final: tarde de triunfo, caras felices y, deseemos, alivio en el gesto para el tenso rostro de algún responsable municipal. Aunque muchos lo piensen, las próximas elecciones no se deciden en estas Ferias. O así debería ser.
Este viernes llega el cartel más esperado de la feria alcarreña. Es uno de los carteles más redondos y con mejores expectativas de este año en Guadalajara, tanto por la ganadería elegida (la salmantina de Montalvo) como por la presencia de Julián López «El Juli», el peruano Andrés Roca Rey y el toledano Tomás Rufo, revelación de la temporada. Cinco zaínos y un colorao serán los que dicten sentencia a partir de las seis de la tarde en el coso de Las Cruces.