Aviñón es una ciudad tan encantadora que no te costará enamorarte de su ambiente y de su historia nada más poner los pies en sus calles, quizá en la Place de L’Horloge, esa Plaza del Reloj donde en realidad son dos los que marcan las horas, uno detrás de otro.
Luego, puede que tengas ganas irrefrenables de acudir al Palacio de los Papas, su principal reclamo. No tengas prisa.
Si nos haces caso, realmente terminarás por olvidarte de la prisa y del ajetreo. Y si nos permites el consejo y te cuadra así, por tus horarios de esa primera jornada, te animaríamos a que te tomes tu tiempo en el hotel.
Descansa.
Repasa algo de la mucha información que tienen en la Oficina de Turismo o de la que te puedan facilitar en la recepción. Y luego, si acaso, déjate caer por cualquiera de las muchas terrazas, tan animadas, para tomar una buena cerveza, un vino o un agua pétillante. Lo que prefieras. Pero sin prisas para hacerle los honores a Aviñón, que lleva muchos siglos esperándote. Tantos, que en ese mismo suelo que ahora pisas estaba el antiguo foro romano.
Cuando caiga la noche, podrás darte una primera vuelta por las calles del centro y reafirmarte en el acierto de estar aquí. Hay ambientes que una fotografía nunca puede reflejar y este es uno de ellos.
Hay quienes ven Aviñón en unas pocas horas, pero bien merece prolongar la visita al menos dos días. ¿Qué menos para tanto por disfrutar?
No te vamos a decir qué tienes que ver ni con qué estás obligado a sorprenderte, porque lo mejor es lo fácil que resulta descubrirlo uno mismo en un casco histórico bien trazado y lleno de atractivos desde que papas y cardenales decidían en este rincón de Francia los destinos de la Cristiandad.
Pero como no sería razonable dejarte a ciegas en tus pasos por Aviñón, te aportamos un puñado de flashes, para que te acuerdes de LA CRÓNICA cuando, con tus propios ojos, compruebes que no te hemos engañado.
Ahí tienes algunos esbozos de lo mucho que te aguarda en Aviñón. Disfrútalo junto con tus propios hallazgos…
1.- Esfuérzate por levantar la vista de una tablet
El «Histopad» es adictivo. Avisado quedas. Te lo ofrecen con la entrada al Palacio y es un inteligente derroche de realidad aumentada, tecnología tridimensional y mucha, mucha información, que aparece allá donde enfocas la tablet. Su atractivo llega al punto de permitirte ver, recreadas, cómo eran originalmente nueve de las estancias papales, allá por el siglo XIV. Y para los más pequeños, propone juegos.
Si quieres comprobar algo de lo mucho que te perderás si no levantas la vista de la tablet, pasa al siguiente punto.
2.- Los frescos que no puedes fotografiar
Los ángeles no tienen sexo pero eso no significa que no tengan su encanto. Incluso no cabe ignorar que ese charme haya permanecido durante siglos, inalterado en las paredes del Palacio de los Papas.
Para verlo, tendrás que ir hasta allí, ya que las fotografías no están permitidas. Y aunque algún amigo, como nosotros, te las ponga delante… la realidad siempre mejora a su representación digital, nos pongamos como nos pongamos.
Especial interés deberías tener en llegar al dormitorio papal y, sin asomo de duda, confirmar que estás en medio de un vergel, un bosque tan animado que tiene entre su frondosa vegetación varios pajarillos que siguen arrullando el sueño de los pontífices tanto tiempo después.
¿No sabes de qué hablamos? Mira la galería gráfica y lo resolverás. Sólo viendo las fotos sabrás, además, qué hay ahí que te recordará, inevitablemente, a Albarracín y su cerámica. ¡Para que luego digan que el mundo no es un pañuelo!
3.- Petit Palais: acceso gratis a un colección de pintura gótica como no hay otra
A Aviñón se la conoce por sus papas pero no habría sido ni parecida sin sus cardenales. No piense el lector que esto es una boutade, dicho sea en francés. Es lo que ocurre con el Petit Palais, cercano al de los papas y que de pequeño tampoco tiene nada.
Fue construido, como habrá deducido el lector, por un cardenal, al comienzo del siglo XIV. No es la única residencia cardenalicia que sobrevive (otra es hoy la principal blblioteca pública, por ejemplo) y explica a las claras el papel de quienes esperaban su ocasión para medrar o para ser señalados por el Espíritu Santo, según prefiramos.
Como museo municipal que es, la entrada es gratuita.
En las primeras salas, el incauto visitante se encuentra con una didáctica y muy cuidada exposición que te enseña los métodos que usaban los artistas del medievo. El que va sin saber lo que le espera, podría darse por satisfecho. La realidad es otra: estás a un paso de una de las mejores colecciones europeas de pintura gótica, también de la específicamente provenzal e incluso de pintura italiana, por los fondos de la Colección Campana, cedida por el Museo del Louvre.
Para llegar hasta aquí, el banquero Campana primero tuvo que ir acopiando cuadros de los primitivos italianos sin freno y con mucho conocimiento. El pequeño «problema» llegó cuando sus trapicheos financieros fueron descubiertos y le condenaron por malversación, ante lo cual, Napoleón III se hizo con los fondos. Y de ahí, inicialmente al Louvre los más relevantes y dispersos sin control los menos renombrados. Hoy los tenemos, al fin, de nuevo juntos. Es lo que tienes ante tus ojos, para tu deleite.
4.- El primer transi de la historia
Esto que tienes ante ti, un poco más arriba, no es la representación de una víctima de un campo de exterminio nazi, aunque guarde tanto parecido con las terribles fotografías de aquellos cadáveres en vida. Estás ante el primer transi conocido, una forma de pasar a la posteridad que en nada tiene que ver con las representaciones triunfantes habituales entre los poderosos. La encargó un cardenal (¡estamos en Aviñón!) y quería con ello ilustrar la miseria de la carne, la mortalidad que a todos nos alcanza y dejar en piedra testimonio de la humildad que tanto conviene al ser humano. La gran paradoja es, claro está, que si no eras más que pudiente ¿cómo podías pagarte esto?
Que el cardenal Jean de Lagrange consiguiera su propósito didáctico también está por ver, dada la vanagloria imperante en su tiempo y en los que le siguieron, pero sí que creó escuela. Este antiguo consejero de Carlos VI quiso pasar así a la posteridad. Seis siglos después, la tumba se expone en el Petit Palais. Para que lo sepas. Para que le recuerdes.
5.- El festival siembra de fotos, de forma permanente, los parques
El Festival de Aviñón es una institución cada verano, durante todo el mes de julio, cuando la ciudad se llena de teatro y de visitantes. Pero, en realidad, permanece vivo durante todo el año para quien pasee por sus parques. ¿Cómo? A través de las fotografías de sus primeros protagonistas y de otros que vinieron después, desde 1947 a nuestros días.
Son magníficas imágenes que asaltan al flaneur entre la vegetación. Déjate llevar y sueña. Esto, también, es gratis en Aviñón.
6.- Un puente, que no es ni la mitad
A este puente no es que le falte la mitad, como parecería al ver la parte de cauce del Ródano que no salva: se ha perdido mucho más. Y aun así, es impresionante. Acércate para ver la capilla que lo corona dedicada a San Bénezet, asomarte al río o descansar la vista viendo Aviñón desde aquí.
La historia tiene su encanto, sobre todo para quienes tenemos experiencias en fracaso, derrotas o desesperaciones varias.
Cuenta los arcos que se mantienen y multiplica por más de siete hasta llegar a los 22 que tuvo para unir la ciudad con la torre del pueblo de enfrente, Villeneuve Lez Avignon y su fortaleza, final o principio, según se mire, de este imponente viaducto medieval. Era símbolo de poder y una auténtica caja registradora, fiscalizando el tráfico de mercancías y cobrando por ellas. Así fue desde el siglo XII y así se mantuvo, mal que bien, a pesar de las crecidas del Ródano, que se empeñaba en derruirlo parcialmente . En el siglo XVII la paciencia de sus responsables llegó al límite y no se volvió a reconstruir.
Para mayor ironía, su fama más reciente le viene de la canción de una opereta, desastre comercial cuando se estrenó en el siglo XIX pero que desde entonces es conocida en todo el mundo. Su letra se puede alargar hasta el infinito. Casi, casi igual que el puente original…
7.- El barquito para cruzar el Ródano es gratis
Acostumbrados a pagar hasta por respirar en algunas ciudades, que el barco turístico de Aviñón sea gratis es, sin duda, un regalo para el bolsillo y para los sentidos. El trayecto es breve, pero te permite conseguir unas magníficas vistas del puente, respirar una brisa inesperada y, sobre todo, prepararte para recorrer desde el lado de la isla, por la orilla del Ródano, un delicioso paseo a pie con la ciudad frente a ti hasta cruzar el puente de Edouard Daladier. O volver sobre tus pasos para «caminar» bíblicamente sobre las aguas a bordo de esta peculiar, ecológica y gratuita navette.
Salen cada quince minutos y el horario es muy amplio todo el año, especialmente en verano.
8.- Una isla que eran muchas islas y que hoy son el paradigma del picnic o del simple relax
La isla de la Barthelasse merecería por sí sola todo un reportaje, por su enorme superficie y por lo mucho que encierra. Cuando estés en Aviñón, dale una oportunidad, ya sea para descansar con un paseo a pie; moviéndote un poco más en bici o recorriéndola en coche. Si eliges esta última opción, comprobarás que es tan grande que hasta dispone de un cementerio propio, al margen del de la ciudad… porque también tiene sus propios empadronados.
Esta no es una sola isla ni siquiera en la actualidad, pero hace siglos el Ródano se colaba a través de tantos brazos que aquello era un laberinto de agua y tierra que justificaba la enorme longitud que llegó a tener el puente medieval, hasta Villeneuve Lez Avignon
Historias aparte, tendrás ocasión de entender también que la agricultura aquí es una ciencia e incluso una pasión, en sus innumerables fincas de frutales y viñedos. El colofón puede ser una visita a Destilería Manguin, donde son capaces de embotellar peras enteras y justificar que una botella cueste 300 euros. ¿Sorprendido? Si es así, pasa desde aquí al punto 17.
Y si el bolsillo no te alcanza para tanto, túmbate a la bartola en la Barthelasse… ¡y perdón por el juego de palabras! Era inevitable. 😉
9.- Circular en bici es muy sencillo en Aviñón
Para que lo tengas en cuenta, en Aviñón llevan a cuenta los ciclistas que pasan en algún punto de la ciudad, como puedas comprobar en la fotografía.
En la calle encontrarás 300 bicicletas, en 30 puntos.
Además, para ir más sobre seguro en tu primer encuentro con Aviñón, la Oficina de Turismo te propone 3 circuitos diferentes, con los que recorrer las murallas y su interior e incluso la isla de la Bathelasse.
Sin problemas para dejar el coche
Para completar tu «descarbonización» en estas pequeñas vacaciones, Aviñón te ofrece varios parkings disuasorios, que son gratuitos y que son utilizados habitualmente por los locales. Uno se encuentra en la isla Piot (con 1.100 plazas), vigilado de 7 de la mañana a 7 de la tarde y con transporte, de lunes a sábado, con el centro. Más grande incluso es el de Italiens, con 1.400 plazas y autobús gratuito cada 10 minutos, de lunes a viernes.
También tienes la opción de dejar tu coche en el centro, en los tres parkings gestionados por el Ayuntamiento (Palacios de los Papas, Mercado y Estación Central) y otro más en Jean Jaurès, que es privado. A los primeros se les supone algo más baratos que este último.
10.- Tras algunos portales encontrarás tesoros
En la calle Roi René, detrás de una gran y pesadísima puerta, se esconde un auténtico palacio italiano (o italianizante) reconvertido en casa de vecinos. Pero qué vecinos, claro. El edificio fue erigido por orden de un descendiente del militar Berton de Crillon, allá por 1648.
Conseguir entrar es complicado (no desvelaremos nuestro secreto) y evitar sentir que has dado un salto de siglos en el tiempo, imposible.
Ahora, los pisos los alquila un heredero de aquella noble familia.
11.- Sigue la pista de los hoteles de 5 estrellas, aunque sólo sea para mirar
Ni nos vamos a engañar nosotros ni te intentaremos engañar a ti: dormir en los hoteles de cinco estrellas de Aviñón no es barato. Si tu bolsillo te lo permite, hazlo. Te recomendamos que no te fíes por la humilde impresión que dan sus fachadas porque, como ocurre con las buenas personas, la belleza va por dentro.
Y en algunos casos, es para quitarte el hipo, sólo con mirar.
12.- Disfrutar de comida de mercado… literalmente
Si has estado en París, te sonará Les Halles. No te confundas. El de la capital de Francia fue demolido en los setenta y reinventado como centro comercial por el catalán Ricardo Bofill el mismo año en que moría Franco. Ha llovido.
El de Aviñón es un mercado como Dios y el sentido común mandan y, además, con atractivos muy especiales… sobre todo gastronómicamente hablando.
El exterior es inconfundible, por su cubierta vegetal de dimensiones colosales. Te recomendamos que no te entretengas demasiado en las terrazas de la plaza y pases al interior. Con los horarios que gastamos los españoles para comer, tendrás que adaptarte bastante: cierran teóricamente a las 13.30, aunque tampoco te levantarán de la mesa hasta pasadas las dos de la tarde.
¿Mesas en un mercado? Sí, y con comida suculenta, como la que prepara Jonathan Chiri, un californiano ganado por la causa de la cocina de Luisiana, con toques franceses. Un mezcla explosiva, pero asumiblemente picante.
En otros puestos, puedes elegir una pieza en la pescadería y hacer que te la preparen justo enfrente. Hay showcooking los sábados, a las 11.
Por lo demás, la variedad de productos es más que fiel a lo que se espera de un mercado abastos.
13.- Pisos de alquiler en una (antigua) cárcel
¿Quién dice que en un recorrido «turístico» no hay que caer en la cuenta de estas cosas? En Aviñón no sólo respetan su historia, sino que se las arreglan para vivir de ella y con ella. Tanto es así que la antigua cárcel de la ciudad está cobrando un nuevo sentido, reconvertida en pisos de alquiler.
Es la antigua prisión de Sainte-Anne, sin uso penitenciario desde hace tres lustros. Junto con las viviendas habrá espacios comerciales y culturales en este barrio de la Banasterie. Una gran día idea que merece reconocimiento.
14.- Busca santos en las hornacinas (y hornacinas vacías)
Por mirar hacia lo alto no vas a tropezar en las siempre despejadas calles de Aviñón. Por eso, y por lo que hay en muchísimas de sus fachadas, te recomendamos que levantes la vista y hagas recuento de hornacinas. Son cientos.
15.- No te olvides del río y de sus inundaciones
Lo de que Aviñón es hija del Ródano está lejos de ser una simple figura literaria. Con un poco de atención verás las señales, grabadas en algunos muros, que recuerdan que el mal carácter de este río no ha cesado nunca y que sus efectos se han notado hasta casi nuestros días. Y es que hay madres y madres…
16.- Busca más allá de la zona peatonal de tu plano turístico
Simplemente, guíate por las murallas, que con sus más de 4 kilómetros circundan la ciudad antigua, lo que te da idea de lo mucho que hay que andar y ver. En el plano turístico, te orientan con muy buena intención, pintando de un ocre/naranja las calles peatonales de obligado cumplimiento. Pero hay mucho más. Abiertas al tráfico, pero si apenas coches. Y con un encanto, muy, muy especial.
17.- El alcohol conserva, como peras dentro de botellas
Que el lector nos permita la broma, pero es la pura realidad: el alcohol conserva. Algunos lo barruntábamos y lo practicamos desde la juventud, pero es que en esta destilería de la Barthelasse lo han convertido en ciencia y arte a partes iguales.
Comienzan embotellando, literalmente, las peras en el propio árbol, para que crezcan allí antes de que sea demasiado tarde. Luego, trasiegan hasta estos colosales envases el licor de pera en todas las variedades de su catálogo. La consecuencia es que la pera no se pudre ni lo más mínimo y todo cobra un sentido muy especial. Incluso como parábola.
Acercarse a ver la destilería es una experiencia agradable. Hay precios para todos los bolsillos… pero si hay una pera de por medio, vale más.
18.- El Palacio de los Papas, historia sobre una roca
Este palacio es tan descomunal como su cocina. Bajo la gran chimenea dicen que se podían asar diez vacas a la vez.
Aunque para levantarlo hubo ganas y prisas, pues comenzaron las obras en 1335 y se culminaron en 1352, se esmeraron en convertirlo en una referencia del poder terrenal de los representantes de Dios por esta parte de Occidente, con sus cismas y sus batallas con la realeza también incluidas.
Puede que a ti, cuando lo recorras, te pase como a este que te ha escrito todo lo que antecede: veníamos a seguir los pasos del Papa Luna (tan español que triunfó fracasando) y pronto nos dimos cuenta que había mucho más.
Aun así, te emplazamos a seguir LA CRÓNICA para que conozcas un penúltimo secreto (o unos cuantos más) de esta increíble ciudad: cómo una valiente alemana ha convertido en hotel la torre en la que se escondió el papa español en las primeras tres noches de su huida. Un hotel de sólo 2 habitaciones y lleno de atractivos. Pero eso será… en otro momento. No dejes de seguirnos, para saber cuándo te lo detallaremos.
Más información sobre Aviñón:
• Oficina de Turismo de Aviñón
www.avignon-tourisme.com
Cómo llegar a Aviñón
La mejor manera, por cómoda y rápida, es hacerlo en avión si vives en Madrid o te resulta fácil acercarte a la T-4. Desde allí es Iberia, a través de Air Nostrum, la que enlaza con Marsella, de una manera realmente eficiente. Luego, 45 minutos de autopista y estás en Aviñón. Máxima comodidad.
Desde el mismo aeropuerto es muy sencillo conectar por tren con nuestro destino final, ya que hay conexión directa en tren TER, con 20 circulaciones diarias, y te deja en el mismo centro de Aviñón. Hay una lanzadera gratuita.
Y en tercer lugar, el AVE. Por alrededor de 170 euros y en 7 horas y 20 minutos puedes estar en la estación TGV de Aviñón, que tiene a su vez 40 enlaces diarios con el centro de la ciudad.
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Dónde comer
No vas a pasar hambre en Aviñón. Una ciudad en la que tienen por tradición navideña preparar en las casas 13 postres, como Jesús y los apóstoles –con nueces (por los carmelitas), avellanas (franciscanos), higos (dominicos) y almendras (agustinos)– ya te hace sospechar que lo de sentarse a la mesa es más que una obligación cotidiana. Ten en cuenta, eso sí, que los horarios no se parecen en nada a los españoles: la una de la tarde para comer y las ocho para cenar pueden evitarte sobresaltos.
A partir de ahí, tienes mucho donde elegir, en precios y pretensiones. En el Carré du Palais, a pocos pasos del palacio papel, podrás disfrutar de una amplia y buena carta de vinos para acompañar, por ejemplo, unos insospechados pimientos de piquillo recreados al modo francés. Para este verano tienen menús entre 36 y 46 euros, que aseguran el acierto.
Un entrante y un principal más postre es la oferta habitual en los restaurantes; los menos comilones pueden prescindir sin problemas del entrante o del principal, sobre todo en locales de comida más casera como en «La Cuisine de Papa», con una oferta de los más suculenta, para degustarla en terraza.
• Dónde dormir
Como ya señalábamos anteriormente (ver punto 11), Aviñón te facilita lo darte un homenaje hotelero de marca mayor en sus hoteles de lujo, si la ocasión lo requiere y la economía familiar lo permite. Hay opciones más ajustadas pero no por ello menos interesantes. Puestos a elegir, una buena decisión es alojarse en el Hôtel de l’Horloge, tan céntrico que esta a diez pasos contados del Ayuntamiento, en el mismísimo centro de la ciudad… pero con toda la tranquilidad requerida para un buen descanso. Dejar las maletas, tomar una ducha reparadora… y vuelta al punto primero de este reportaje, para entrar con buen pie en Aviñón, la ciudad de los papas y de muy gratas experiencias.
(Este reportaje se ha realizado con la colaboración de
Avignon Tourisme y de Atout France)